domingo, diciembre 09, 2007

El Circo de Navacelles

(Publicado en el n. 19 de la revista pedalier)


(Fotografia: Sergio Ros)

« Circo grandioso en el corazón de las gargantas del río Vis que separan la meseta de Larzac de la de Blandas, Navacelles corta el aliento a quien lo descubre de súbito, con una falla vertiginosa que abre la meseta al silencio y al infinito … » - Max Chaleil

En ocasiones la naturaleza nos sorprende. Aunque seamos amantes de la montaña y de los ríos, aunque estemos acostubrados a explorar cañones y gargantas naturales, descubrir un circo natural con un anfiteatro espectacular, en un antiguo meandro abandonado por un río, es un hallazgo que merece la pena compartir.

Probablemente sea un paraje poco conocido por el turista extranjero, pero al igual que otros sitios célebres de la zona de las Grandes Mesetas Calcáreas, el Circo de Navacelles es visitado anualmente por cientos de miles de turistas, que llegan para admirar los cortados del cañón del río Vis. No en vano, se trata de un lugar declarado como Gran Site National, una lista de grandes atracciones turísticas francesas, que en muchos casos coinciden con el Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Además del propio entorno natural, hay factores que ayudan a que una excursión sea redonda. Y este fue el caso. La compañía estaba compuesta de otros colaboradores de Pedalier, como Angel Morales y Raul Massagué, además de cracks como Miguel, Carles y José Luis. Este grupo, con pequeñas variaciones, se ha especializado en salidas a la vecina Francia entre semana, que garantiza el poco tráfico, el buen nivel y, por supuesto, el buen ambiente. En esta ocasión, además, nos acompañaba Sergi Ros, con lo que un magnífico recuerdo de la jornada estaba asegurado.

La naturaleza

Estamos frente a un espectáculo natural. Al fondo del cañón, 300 metros más abajo que la meseta, el río Vis cae en cascada hacia Navacelles. El pueblo está colgado entre las rocas respetando un antiguo meandro del río, (ahora campos de cultivos) que rodea un pequeño islote de piedra calcárea. El conjunto está dominado por laderas recubiertas de roca viva, que dibujan un gran anfiteatro, en los que las rocas serían las gradas.

Este circo no es en absoluto comparable con otros circos de la región, como el de Mourèze o el llamado del «Final del mundo», cerca de Lodeve, simples frutos de la erosión. Se trata del cambio de rumbo de un río, típico de los ríos que describen un trazado sinuoso con muchas curvas o meandros. Es el caso concreto del río Vis a partir del pueblo de This y en concreto a partir de la fuente de “La Foux”. En los meandros del río, la velocidad del agua es desigual con lo que el mismo río cava sus orillas cóncavas y deja los aluviones sobre las orillas convexas donde la velocidad del agua es más débil. El meandro hace un bucle cada vez más cerrado que será finalmente recortado por el río desde su base. Este fenómeno es frecuente: antes del Circo de Navacelles, otros tres meandros abandonados, incluido el de Vissec, se pueden ver a pocos kilómetros...

Por otra parte, es posible saber la edad de intersección del meandro. El estudio de las huellas de hojas que se encuentran en el lugar, con el método del Carbono 14 sobre muestras tomadas cerca de Madières, datan estas huellas hacia 6000 años de antigüedad; es decir después del período frío de la era cuaternaria. Con lo que llegamos a la conclusión que solamente hace algunos miles de años que el río Vis acabó su trabajo de zapa para encontrar un curso más directo.

En bicicleta

Como acabamos de ver, el complemento ideal a la visita del Circo de Navacelles es el paso por las Gorges de la Vis. De hecho en un bucle de 32 kilómetros se puede completar un recorrido que comienza y termina en Sant Maurice de Navacelles, e incluye el paso por las Gorges de la Vis, magnífico, Madieres, Rouges, Blandas, Navacelles y Saint Maurice de nuevo.


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Es posible hacerlo en los dos sentidos. Ambos preciosos. Nosotros lo hicimos en sentido Gorges de la Vis- Blandas-Saint Maurice de Navacelles, puesto que buscábamos dureza y los tres kilómetros de acceso a Saint Maurice de Navacelles desde el fondo del circo son realmente duros, a una media del 8,5%.

Desde Blandas accedemos quizás al mirador principal del circo (Belvedere de Blandas). Desde ahí es posible ver no sólo el centro del circo con Navacelles al fondo, sino también la carretera que asciende por la ladera contraria. Después de un par de curvas de herradura espectaculares (cartel del 10% de desnivel incluido), la carretera no va a buscar directamente la base del cañón, donde está el pueblo, sino que se desplaza hacia la derecha para vencer en siete kilómetros el desnivel que le separa de Navacelles. Desde el mirador sí que es posible, como digo, ver la carretera que sube hacia la otra vertiente, la dura, puesto que vence el mismo desnivel en unicamente tres.

Esos tres kilómetros se enganchan de verdad. Menos mal que al quedar en la sombra, no debemos soportar el castigo adicional del sol. Al coronar, existe, cómo no, otro mirador, el Belvedere de La Baume-Auriol, donde hay un bar, con una espléndida terraza incluida. Lugar ideal para, de nuevo, obsequiarnos la vista con el anfiteatro contrario iluminado y Navacelles, de nuevo, en la base. Justo enfrente, a la misma altura, identificamos claramente el Mirador (Belvedere) de Blandas.

El día que visitamos el circo encontramos un viento muy fuerte que incomodó en muchas ocasiones la andadura, pero a la vez nos permitió un sol radiante que acentuaba los colores y los contrastes del circo, especialmente la carretera de la vertiente norte, que quedaba en la sombra, mientras al fondo, iluminados por el sol, destacaban los campos cultivados en el antiguo meandro que forma el circo.

Una primera intención fue combinar este bucle con el espectacular Viaducto de Millau, pero se nos escapaban un poco los kilómetros totales y decidimos combinarlo con con el desconocido Mont Saint Baudille, un monte que corona el Col du Vent, visible desde muy lejos por las antenas que hay en su cumbre. Un punto de referencia de la zona que nos ofrece gratas sorpresas en forma de un kilómetro entero al 12% de media, justo a punto de coronar…

Como suele ocurrir cuando sopla el viento, el aire que tantos kilómetros sopló a la ida en nuestra contra, no terminaba de soplar de espalda a la vuelta, de regreso al pequeño pueblo de Jonquiéres, punto de partida y de llegada, para culminar más de 100 kilómetros de carreteras poco conocidas y poco transitadas. Sin embargo, ni siquiera el aire puede empañar lo más mínimo una jornada completa, que desde aquí recomiendo sinceramente.

A los circos pirenaicos de Gavarnie y Troumouse, mucho más conocidos por nosotros los escaladores, les ha salido un duro competidor: el Circo de Navacelles.

jueves, noviembre 15, 2007

El viaducte de Millau


le viaduc
Cargado originalmente por S. Lo
No em direu que després de veure aquesta foto no sentiu necessitat de visitar aquesta preciositat...
Punt de partida de la sortida en bicicleta que faré el 2008 pel Massís Central, en què sortint de Millau, i passant per Mende, Le Puy en Velay, Saint Flour i Aurillac, tindrà com a final Clermont Ferrand i el mític Puy de Dome.

domingo, octubre 28, 2007

Buscando otros límites

Me costó más de 3 años decidirme a participar en el Duatló d’Alta Muntanya de Catalunya. Si una cosa tenía clara es que a una prueba de esta índole hay que llegar preparado. Seguramente como a casi cualquier prueba exigente de cualquier deporte. Pero no sé por qué le tenía un especial respeto a esta prueba. Sin duda no se trata de un simple duatlon de montaña. Subir al Puigmal, a 2.900 metros a finales del mes de Octubre seguramente tiene que ver con el canguelis que llevaba encima. Además, por supuesto, de que me estaba alejando de mi habitat natural, la carretera, buscando otros límites a los deportes (y sufrimientos) ya conocidos.

Yo creo que nunca me había puesto tan nervioso antes de una marcha cicloturista. Las dudas sobre indumentaria y, sobre todo, sobre mi estado físico después de que la semana anterior un problema muscular hubiera cuestionado mi participación, incidían sobre mi estado de nervios.

Y sin embargo la preparación había sido, cuando menos, correcta: Canigó, Matagalls y Turó de l’Home, habían caído mitad a lomos de mi sencilla GT, mitad a pie, corriendo cuando podía, andando la mayoría de las veces. Precisamente por eso, la idea de no poder tomar la salida, e incluso de no poder terminar la carrera, me suponía una verdadera pesadilla. Tanto tiempo invertido entrenando no podía quedarse en nada en el último momento.

La noche anterior a la prueba, todo eran dudas. ¿Coulotte? ¿Mallas? ¿Pierna corta o larga? ¿Bambas de running de asfalto o bota de trekking? ¿maillot con manguitos o chaqueta de primavera? ¿Quizás de invierno? ¿Gorra para correr a pie? ¿Buff? Esto debe ser bastante parecido a la elección de neumáticos en una carrera de motos...

Finalmente suena el despertador y hay que tomar decisiones: mallas largas, guantes largos pero no de pleno invierno y chaqueta de primavera. Más tarde podría tomar la decisión del calzado en la zona a pie, puesto que en la bolsa metí las dos opciones: botas de trekking y deportivos... La jornada se preveía fría, pero el día claro, con lo que nos podíamos sentir afortunados. Íbamos tener buenas vistas desde lo alto, lo que no sabía es que no tendría ni un minuto para disfrutar de ellas.

A pesar de tener el hotel a menos de 300 metros de la salida, nos presentamos a última hora y estamos bastante retrasados, un poco por el miedo de coger frío mientras estamos esperando la salida. Finalmente se da inicio a la prueba y los primeros salen como si esto fuera al sprint. El tramo en bicicleta no tiene nada técnicamente. Es una pista amplísima, incluso al principio asfaltada. Este año, además, el hecho de estar de obras en el tren cremallera de Nuria hizo que la pista, muy transitada por camiones de gran tonelaje, fuera recubierta de grava, compactada con el paso de los camiones. Unicamente los últimos kilómetros eran propiamente de tierra, siempre en una pista muy ancha. A esas alturas ya se estaba separando el grano de la paja y toda la gente se iba poniendo en su sitio. Al llegar arriba, después de subir guardando fuerzas todo el tiempo, nos tomamos nuestro tiempo en realizar la transción. El calzado que elijo finalmente es la bota de trekking. Sabia decisión como comprobaría más tarde.

El tramo a pie es realmente duro. Para los que no conocíamos la subida al Puigmal, quizás especialmente duro. La subida consiste en varios collados cuyo acceso es cada vez más complicado y con mayor desnivel. La subida es totalmente despejada, entre prados, por lo que no resulta difícil adelantar a otros competidores recortando las curvas del sendero marcado. Aunque lo normal es seguir a los que llevas delante. Todo el mundo va andando. La velocidad es constante y únicamente, de tanto en tanto, hay alguien que para a respirar y así aprovecha para mirar hacia abajo y supongo que disfrutar someramente del paisaje.

Por el mismo motivo, el ser totalmente despejada, el viento hace daño de verdad. En varias ocasiones el viento impide literalmente nuestro avance. Llegando arriba, en un paredón realmente duro, la altitud se empieza a notar: sensación de ahogo, pinchazos en el pecho… Después de varios minutos de sufrimiento extremo, diría yo, parece que por fin coronamos. Arriba no hay control de chip, el viento se les llevaría la alfombra!!! Tampoco es el mejor lugar para poner un avituallamiento. Te piden el número, te dan un trozo de barrita energética infumable y para abajo.

Los días anteriores me había planteado el tramo a pie como tres tramos independientes en los que el objetivo era llegar. Coronar el Puigmal era ya de por sí un bonito objetivo y, al tratarse del punto más alto, yo suponía que el final de la dificultad principal. Qué equivocado estaba. El principio del descenso ya deja intuir la dificultad de bajar con nieve sobre un pedregal. Obviamente ahora ya nadie anda. Ha entrado la prisa y todo el mundo corre. ¿Corre? La gente baja buscando apoyos sobre la marcha en los tramos sin nieve. En los tramos con nieve hay zonas que la pierna queda enterrada, mientras en otros tramos la piedra puntiaguda sobresale, ¡os podéis imaginar! ¡Menos mal de la botas! Si voy por aquí con las bambas de asfalto blandas no sé qué huubiera pasado… En los tramos con mayor pendiente las caídas son frecuentes y digamos que la parte donde la espalda pierde su nombre es la más golpeada...

A medida que se va bajando la nieve desaparece y se puede coger más velocidad. A todo esto, ni rastro del dolor de rodilla que me estuvo amenazando toda la semana. Claro que en esta competición el dolor tiene otras prioridades: el frío de las manos, los golpes del trasero, los cuádriceps...

La llegada a Nuria y su avituallamiento es el final del segundo tramo que me había marcado como objetivo. Final de la bajada, fin del sufrimiento de los cuádriceps. Empiezan los últimos cinco kilómetros, que ya me habían advertido que, siendo los de menor pendiente (ni positiva ni negativa) no tenían nada de fácil. Correcto. Ahí se encuentran los únicos tramos donde se puede correr un poco, donde el entrenamiento puede servir de algo. Ahí sí que me marco como meta llegar a Fontalba. No digo apretar porque todo el duatlón lo hice en el modo “sufrimiento casi agónico”, por tanto no podía apretar más, pero sí me planteaba simplemente llegar a Fontalba. A falta de aproximadamente un kilómetro ya se vislumbran los boxes en la ladera de enfrente. Sólo un poco de sufrimiento y ya está. Aún me da tiempo de ver un par de buenos trompazos de alguno que me pasa, aunque la verdad es que a estas alturas se producen muy poquitos adelantamientos.

La transición resulta muy lenta en mi caso. Aunque había pensado en bajar con las botas de trekking y no cambiarme las zapatillas de BTT, decido no arriesgarme a algún susto y calzarme las botas. Con amenazas de rampas mientras las coloco... Más tiempo perdido en la transción.

Luego, efectivamente, los últimos 11 kilómetros ya no significan nada. Bajada constante nada técnica y con el único peligro de la velocidad entrando en la curvas. Es el único momento en el que puedo disfrutar muy por encima del paisaje.

Llego con 4 horas y 20 minutos, por encima de las previsiones, aunque francamente satisfecho, sobre todo por haber superado los momentos difíciles y por no haber tenido problemas físicos. Bajo mi punto de vista, el esfuerzo global de una prueba así es inferior a una Quebrantahuesos o una Bonaigua, puebas de carretera de unos 200 kilómetros y unas 7 horas de esfuerzo, pero la exigencia física general es mucho mayor en este caso. ¡Me dolían músculos que ni sabía que existían!

Después de tres días, el dolor en las piernas permanece, el morado (¿no es negro?) en los glúteos permanece, pero la satisfacción de haber terminado una prueba muy exigente y tremendamente bella, también. Un reto superado, pero hay que seguir buscando… otros límites.

domingo, septiembre 30, 2007

Chalet de Cortalets , camino al Canigó

Lo más cerca que había estado de la cima del Canigó era en el Col de Mantet, a 1.760 metros. No está mal, pero muy lejos todavía de los 2.784 metros de la cima más alta de los Pirineos Orientales. La emblemática cima de los catalanes, visible desde buena parte de Gerona y también perfectamente visible desde la parte francesa.
Para los que estamos acostumbrados a ir en bicicleta de carretera, a veces eso resulta una limitación. Por eso, por una vez, decidimos coger la Bicicleta Todo Terreno y emprender una aventura doblemente novedosa para nosotros. Por un lado coger la BTT en vez de la flaca y por otro subir a pie al Canigó los últimos cinco kilómetros. El resultado final, una experiencia brutal, un día de deporte espléndido y una espita abierta para seguir intentando aventuras nuevas más allá de la bicicleta de carretera.
De las diversas posibilidades de acceso al Canigó, escogimos la que pasaba por el Chalet de Cortalets. Por un lado porque se trataba de un BIG y por otro lado, porque el acceso a pie a la cima por esta vertiente no tiene ninguna dificultad técnica, factor a considerar para unos novatos como nosotros. La otra vía de ascensión es la que se hace desde el Refugio de Meiralles y tiene algún tramo que sí resulta complicado, como es el paso por la popular chimenea del Canigó.
El principio de la ascensión lo situamos en Prada de Conflent. Desde allí, la vista del Canigó impresiona. No sólo del pico, sino del macizo en global. Y pensar que desde Prada de Conflent hasta a cima nos quedaban más de 2.400 metros de desnivel... pues la verdad que intimida. La previsión del día es subir en BTT desde los 350 metros hasta los 2150 del Chalet de Cortalets, en aproximadamente 30 kilómetros (desnivel medio aproximado de 6%) y una vez allí dejar las bicis y cambiar las botas con calas por botas de trekking más cómodas para poder subir hasta la pedregosa cima del Canigó, a 2784 metros. Para ello, claro, hay que subir con las mochilas y un peso adicional que sin duda se nota con el paso de los kilómetros.
Desde Prada tomamos la carretera dirección a Villerach. La ascensión se hace en todo momento por una pista muy ancha que no tiene ninguna dificultad. Incluso los primeros 10 kilómetros son sobre asfalto y con un perfil básicamente llano, por lo que el desnivel se concentra en los últimos 20. Durante la ascensión vamos encontrando diferentes refugios, como el Refugi de Mas Malet (a 850 metros de altitud, y a los 15 kilometros de ascensión) y el Refuge La Mouline (a 1180 metros, cuando llevamos 20 kilometros). Especialmente difícil resulta el tramo inmediatamente posterior a este último refugio. En el lado positivo destacar que las zonas con mayor pendiente estan parcialmente asfaltadas. Uno no sabe si alegrarse o no cuando llega el familiar asfalto, porque eso significa dureza… Otro factor positivo es que la ascensión, al realizarse en la vertiente norte, se realiza en medio de un bosque que nos protege del sol de primeros de agosto. También hay que destacar que en el principio de la ascensión tenemos unos desfiladeros espectaculares (Las Gorges de la Fou), que, a juzgar por el número de barranquistas que vimos, debe ser un paraíso para los amantes de los descensos de barrancos. ¿Quizás una nueva etapa de nuestro periplo multideportista?
Al coronar el Coll de Prat Cabrera, a 1739 metros el paisaje cambia y adivinamos la cima del Canigó y lo que nos falta hasta llegar a Cortalets. Poco a poco la pista va empeorando. Sigue siendo muy ancha, pero las piedras dificultan mantener un ritmo constante. Por otra parte, debemos concentrarnos en la ruta para obtener siempre la mejor trazada, y eso nos impide disfrutar plenamente del paisaje que se va abriendo a nuestra derecha.
Así llegamos al Coll de Cortalets, una amplia explanada donde confluyen como mínimo cuatro pistas. A la izquierda, con una barrera, está señalizado a 800 metros el Refugio (donde nos dirigimos, aunque resultaran ser casi dos kilometros), más a la derecha está la pista por la que bajaremos y que lleva a Taurinyà. Luego otra pista más estrecha y por fin la que nosotros hemos seguido. Una vez en el Chalet de Cortalets, hay que beber algo, cambiarse el calzado y atar las bicicletas con una cadena.
El Chalet de Cortalets fue inaugurado el año 1899, y se trata de un edificio de grandes dimensiones, con capacidad para 111 personas, guardado y abierto del 15 de junio al 30 de Septiembre. Su explotación corre a cargo del Centre Alpí Frances de Prada-Canigó. No fueron demasiado amables, pero entiendo que no guarden las bicis ni se les pueda dejar unas bolsas a su cargo. Si todos hiciéramos lo mismo, en lugar de bar-restaurante sería una guardarropía…
Tuvimos la suerte de que el día que elegimos para subir al Canigó se celebraba una randonée desde Vernet les Bains, por lo que toda la ascensión estaba perfectamente señalizada. Se trata de 5 kilometros a un desnivel medio del 12,7%. A pesar del tramo subido en BTT, en el grupo estamos muy enteros y subimos a buen ritmo, andando rapidito y recortando algunas curvas, pero de subida no es posible correr…
La llegada a la cima del Canigó, pues la verdad es que fue muy emocionante. El día, espectacular, permitía una vista excepcional. Apenas un poco de aire, qué menos a 2784 metros. Arriba, vale la pena disfrutar del momento, pararse a haceruna fotos, indagar la identidad de todas las cimas vecinas (gracias a la tabla de orientación existente) y echar unas risas. La bajada a pie hasta Cortalets la hacemos andando rápido, corriendo a tramos… y sprintando al final. La recompensa ya la habíamos obtenido llegando arriba, pero el puntillo competitivo ahí estaba.
La bajada por la pista de Taurinyà es realmente infame. El estado de la pista es terrible y no podemos coger velocidad, so pena de asumir grandes riesgos. Suponíamos que la pista de Taurinyà sería una manera de bajar más rápido, pero no fue así. Un consejo para aquellos que os animéis a hacer esta salida: regresar por el mismo sitio que subisteis. A la llegada al asfalto aprovechamos para apretar un poquito y pasamos a toda velocidad por la abadia de San Miquel de Cuixà, una de las joyas del románico catalán. Habrá que volver en otra ocasión para visitarla como se debe.
Al llegar a Prada de nuevo y observar la cima del Canigó parece mentira que sólo unas pocas horas entes estuviéramos ahí arriba, 2.500 metros por encima. Alucinante. Finalmente, contando paradas nos salen unas 9 horas.
Y el ánimo a tope para, de una vez, hacer el Duatló d’Alta Muntanya de Catalunya que se disputa a mediados de Octubre desde Queralbs, en la zona de Nuria, y que incluye la subida al Puigmal, a más de 2900 metros.

domingo, agosto 26, 2007

Barcelona-Tourmalet

(Artículo publicado en el número 17 de la revista Pedalier)

Creo que la primera vez que pensé ir en bicicleta desde Barcelona al Tourmalet fue cuando me llegó una invitación de un club flamenco que hacía la Bruges-Mont Ventoux. Tenía buena pinta. Un origen y un destino significativos dan a un recorrido un significado especial. Hay que reconocer que cualquier recorrido que tenga el Tourmalet como final ya es de por sí atractivo, pero es que salir desde Barcelona tiene algo especial incluso para los que no viven en la capital catalana.

A nivel ciclista, Barcelona tiene el honor de haber sido final de etapa de un Tour de Francia, allá en el lejano 1965, en una jornada con inicio en Ax les Thermes y victoria del Bello Tenebroso, el español Pérez Frances.
Ese recorrido nos daba precisamente una pista de una de las posibles alternativas para llegar al Tourmalet desde Barcelona. Barcelona-Ax les Thermes, con 240 kilometros, luego podríamos hacer Ax les Thermes-Bagneres de Luchon, que son 159 kilómetros, para terminar con Bagneres de Luchon Tourmalet.

Todavía no teníamos una idea clara del recorrido definitivo, pero muchos de nosotros ya intuímos que era una buena idea unir nuestra ciudad con la cima más mítica de los Pirineos. Era cuestión de trabajar un poco, pensar alternativas, hasta que poco a poco acabamos dando forma a esta Barcelona-Tourmalet, esperemos que solamente la primera de más ediciones que vendrán. Finalmente catorce miembros del Esport Ciclista Sant Andreu (incluidos los tres choferes que nos acompañaron como asistencia) nos embarcamos en la aventura de partir en bicicleta desde nuestro lugar habitual de salida semanal, en Sant Andreu, y llegar hasta la cumbre ciclista más famosa del mundo.

Primera etapa Barcelona-Tremp


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El trayecto de la primera etapa supuestamente no era muy complicado al lado de etapas pirenaicas en mayúsculas como las que nos esperaban. Aunque la verdad es que incluía cuatro dificultades montañosas: Collbató, Coll del Bruc, La Panadella y Coll de Comiols. Este último, un puerto muy poco conocido y sin renombre, pero un puerto de 20 kilómetros de longitud que se sube después de 150 kilómetros.

Una ciudad de las dimensiones de la ciudad condal, con un área metropolitana tan grande dificulta una salida cómoda y segura. El laberíntico recorrido de salida de Barcelona entre autovías, autopistas, lo resolvimos con una aproximación a Montserrat por Martorell y Olesa de Montserrat. Justamente frente al Aeri de Montserrat, sale la carretera que lleva a Collbató, en un puerto no demasiado duro que lleva también a las Cuevas de Salnitre. De ahí, rápidamente hacia Coll del Bruc y poco más tarde ya cogemos la antigua autovía Barcelona-Lleida, que ha quedado prácticamente desértica después de la apertura de la nueva autovía. Siempre subiendo, llegamos a La Panadella, tradicional lugar de atascos en la antigua autovía y parada obligada de camioneros. También es una parada obligada para nosotros, donde almorzar.

La subida a Comiols, con un día de calor sofocante y el kilometraje acumulado, parece un verdadero puertazo, cuando la verdad es que los desniveles son de lo más normalito, pero ya se sabe que los recorridos los hacen duros los ciclistas y los que podían apretar apretaban y los que no, pues a sobrevivir. Tras coronar, el resto ya es un claro descenso de más 30 km. hacia Tremp.

Al final de la jornada, un recorrido de 216 kilómetros, más de ocho horas encima de la bicicleta, un desnivel acumulado de 2.650 metros y un calor tremendo, lo que significa brazos y piernas quemados. Verbena de San Juan en Tremp. Un par de botellas de cava que el grupo se ventila en pocos minutos y a descansar, mientras el resto de los mortales se prepara para una noche ajetreada… Para ajetreos estábamos nosotros.

Segunda etapa Tremp-Bagneres de Luchon
Lo primero que uno siente tras la paliza del día anterior es dolor de piernas. Bajar las escaleras para desayunar recuerda los excesos del día anterior y avisa de lo que puede pasar en breve…

En el larguísimo trayecto de Tremp hasta Esterri d’Aneu, donde empieza la Bonaigua, se impone un ritmo constante para intentar que cundan los kilómetros. Es un falso llano de más de 60 kilómetros que va picando hacia arriba y no permite acabar de coger velocidad. Existen varios túneles en ese trayecto, pero para pasarlos nos desviamos por fuera tal como indican las señales, que impiden circular a los ciclistas. Gracias, señores de la DGT, pero lo hubiéramos hecho igualmente. Observar el Congost de Collegats por la antigua carretera estrecha merece mucho más la pena que atravesar el túnel.

La subida a La Bonaigua es siempre un reto. La mayoría de nosotros la acostumbra a subir desde el Valle de Aran en la tradicional Marcha de la Bonaigua que cada año sale de La Pobla de Segur. Pero en esta ocasión la hicimos en sentido contrario, con lo que esta vertiente tenía el atractivo de lo conocido pero todavía no conquistado. No podíamos dejar de pensar en lo que costaría subir la interminable recta que acostumbramos a bajar a toda pastilla en la Bonaigua sin necesidad de tocar el freno…

Las obras durante la subida dificultan la escalada. ¡Qué cantidad de máquinas! (menos mal que era domingo y estaban paradas). ¡Qué manera de recortar curvas! ¡Qué asfalto más degradado! Llegando arriba desaparecen las obras y mejora la panorámica. Coronamos con tranquilidad y disfrutamos del paisaje que ofrecen los 2072 metros de la Bonaigua. La bajada es muy rápida, no sólo hasta Viella sino incluso hasta Bossost, al pie del último puerto del día.

El Portillón es un puerto incómodo. La vertiene por la que subimos no es quizás tan dura como la francesa, pero si se sube en día de calor, después de una buena kilometrada, como era nuestro caso, se hace duro de verdad. El asfalto en perfecto estado, recién reparados tres kilómetros. Bajando, nos topamos con la cascada Sidonie, espectacular, y nos paramos a hacer fotos, como cada vez que bajamos en el Portillón. Siempre igual, pero vale la pena, ¿a quién amarga un dulce?

Llegamos a Bagneres de Luchon, ciudad con el encanto de lo decadente.
Numerosos edificios históricos recuerdan lo que en su día fue: una de las ciudades termales más importantes de los Pirineos. Sin embargo, su estado de conservación deja bastante que desear.
Las instalaciones hoteleras ahí se mantienen, puesto que en invierno sigue siendo un destino turístico importante. Más, cuando desde el propio centro de la ciudad sale un telecabina que lleva a las pistas de esquí de Superbagneres. Precisamente una opción que barajamos en su momento era subir a Superbagneres como colofón de la etapa, aunque una subida de esta entidad (18 km a casi un 7% de media) seguramente la mejor forma de disfrutarla no es despues de 150 kilometros.

En el hotel que estuvimos se cumple a rajatabla todo lo que esperábamos: hotel en edificio histórico, moqueta hasta en el baño (¡) y, afortunadamente, una buena cena. ¡Ah! Claro, y una media de edad de los clientes con los que compartimos comedor que nos supera en 40 años, por lo menos. Es lo que tienen las ciudades termales.
Pues nada, a imitar a los abuelos y a la cama pronto, que mañana hay que madrugar.

Tercera etapa Bagneres de Luchon-Tourmalet
Las previsiones de mal tiempo se confirman cuando nos despertamos. Después de un fin de semana de mucho calor el lunes amanece muy tapado y con llovizna. Si estamos así en Bagneres de Luchon, me imagino a más de 2.000 metros. Pero no hay ni un atisbo de duda en todo el grupo. Hemos venido a completar el recorrido desde Barcelona hasta el Tourmalet en bicicleta y no podemos abandonar ahora.

Subiendo Peyresourde hay una niebla impresionante. A lo lejos nos parece ver un pelotón muy grande, ¿estamos viendo visiones? Pues no. Mediada la ascensión nos encontramos con un grupo enorme de Lyon que también va a hacer unos días de stage en el Pirineo. Un grupo muy heterogéneo, con gente que andaba mucho, gente más mayor, bastantes mujeres... Con varios vehículos acompañantes que nos iban dando a nosotros el mismo ánimo que a los suyos. Llegando al final del Peyresourde se mantiene la niebla y nos perdemos el espléndido paisaje de las últimas herraduras. Coronamos y compartimos cumbre con el grupo de Lyon entre fotos, furgonetas y chubasqueros.

Bajando, el grupo grande de Lyon se desvía hacia Val Louron Azet mientras nosotros seguimos bajando hacia Arreau para empezar a subir el Aspin, un puerto cuya dureza sería mucho más reconocida si no tuviera a su lado al gigante del Tourmalet. Al coronar no hay mucho tiempo para florituras. Los que han llegado primero se refugian en los coches y los que llegamos después ni foto ni leches, para abajo que cuanto antes acabe esto mejor. La bajada del Aspin ya roza el punto de lo épico. La lluvia es muy intensa y el frío empiza a dejar pies y manos muy tocados. Menos mal que la bajada no es muy técnica porque los frenos apenas responden.

Cuando llegamos a Sta Marie de Campan la verdad es que la tiritona es de impresión. No conseguimos sacarnos el frío del cuerpo. Por un momento se pasa por la cabeza no subir al Tourmalet, pero en el fondo uno sabe que se arrepentirá si no lo hace. Mientras esperamos a que lleguen todos pregunto dónde está la placa que rememora el día de 1913 en que Eugene Cristophe tuvo que reparar su horquilla bajo la atenta mirada de los jueces del Tour de Francia. Me dicen que 200 metros más abajo del cruce donde empieza la subida al Tourmalet. Pero estoy empapado, temblando de frío y decido que ya iré después. Mala decisión, porque al final me quedaré sin ver la plaquita…

Cuando empiezo a subir por arte de magia las cosas cambian y las sensaciones son las mejores desde que salí de Barcelona. El entorno, estar a los pies del deseado Tourmalet influye, pero la verdad es que cambiarme la ropa mojada por ropa seca también influye lo suyo. El fuerte calor de los dos primeros días se ha convertido en una temperatura agradable mucho más recomendable para pedalear.

La calma tensa dura mientras llegamos a las inmediaciones de Gripp. Ahí empieza lo duro. Quisiera decir que también lo bonito, pero la niebla lo seguía cubriendo todo. La visibilidad era la justa como para poder avanzar, pero poco más. El cansancio acumulado va haciendo mella y subimos en grupo sin cruzar palabra. Sufriendo y disfrutando por un igual. Al salir de La Mongie desaparecen los carteles que kilómetro a kilómetro nos van avisando del porcentaje medio de desnivel que nos espera. La niebla, muy densa, y la falta de información, hacen que andemos muy perdidos respecto al final de la ascensión. Recordaba muy poco del final: una curva cerrada a izquierdas y coronar en un claro cambio de rasante, con la estatua a la derecha y el restaurante a la izquierda. Sin casi darnos cuenta estamos arriba y me veo esprintando a los compañeros. El objetivo está conseguido!!!!!!!

Una vez arriba tenemos demasiado trabajo. Reencontrarnos con los símbolos del Tourmalet, como la estatua “El gigante del Tour” (estatua realizada por Jean Bernard Metais, que conmemora el primer paso del Tour de Francia por el Tourmalet, en 1910), leer las placas de todos los monumentos (también del monumento a Jacques Goddet), hacer las fotos de todo, entrar a comprar los recuerdos en la tienda de souvenirs… Tiene mucho peligro un grupo de españoles con síndrome de compra compulsiva en la tienda de una cumbre mítica. Corren peligro las camisetas, las gorras, los escudos para bordar, las pequeñas esculturas en piedra…

Todos serán objetos preciosos a partir de ese día. Para poder demostrar que YO LO SUBÍ.

Entonces sí. Una vez hechas las compras y las fotos estaba todo hecho, entonces sí que pudimos subir al coche y bajar al camping de Sta Marie de Campan, donde después de un día frío y lluvioso nos esperaba la mejor de la recompensas: una ducha caliente y una comida compuesta de una sopa que le llaman garbure (típica de la región) y un poulet basquaise que nos supo a gloria.

Es el momento de reposar, de hacer balance de los tres días, de disfrutar del momento, de saborear los últimos instantes al pie del coloso. 450 kilómetros, 3 etapas, 9 puertos. El Tourmalet, más cerca de lo que parece.

jueves, mayo 03, 2007

El Santuario de Sant Salvador, un lugar de ciclismo... diferente.

Visitar Mallorca en el mes de abril, en el que el cicloturismo se apodera de la isla, es una terapia fantástica contra todos los males que aquejan el ciclismo. Uno siente que el ciclismo está vivo, muy vivo allí. Es reconfortante pedalear por Mallorca en primavera… Todo vuelve a ser como era.

Curiosamente, visité el Santuario de Sant Salvador el mismo día que Joan Llaneras superó el record de 6 Campeonatos Mundiales en pista que tenía Guillermo Timoner. Un día muy emocionante en el que Joan dedicó la victoria a su tantas veces compañero en la pista, Isaac Gálvez, fallecido en el velódromo de Gante. Un Campeonato del mundo el de Palma de Mallorca que descubrió al mundo el Palma Arena, ese fantástico recinto multiuso donde Guillermo Timoner quería cubrir 100 kilómetros en pista a sus 81 años. Si se lo propone lo conseguirá, seguro.

Incluso para aquellos que no hemos sido grandes seguidores del ciclismo en pista, el nombre de Guillermo Timoner evoca grandes recuerdos. El medio fondo tras moto, ya desaparecido. Su longevidad sobre la bicicleta: el último mundial lo consiguió con 39 años y hoy en día sigue pedaleando...

También curiosamente ese día hice un recorrido en el que partiendo de Port d’Alcudia atravesaba la isla y después de subir al Santuario de Cura, pasaba por Porreres, localidad natal de Joan Llaneras y continuaba por Felanitx, donde nació Guillermo Timoner, para finalizar la salida subiendo al Santuario de Sant Salvador. Una etapa llena de alicientes, que recomiendo desde aquí. Y sin olvidar la subida al Santuario de Monti Sion, desde Porreres mismo.

La de Sant Salvador es una subida espectacular, no exenta de dureza. El Santuario de Sant Salvador o de la Mare de Déu de Sant Salvador se encuentra ubicado en la cumbre de la montaña del mismo nombre, a 509 metros de altura. Se llega a él después de 3 kilómetros de aproximación desde Felanitx, y cinco kilómetros de subida desde el cruce al Santuario, con un desnivel medio de poco más del 6%, con rampas máximas del 8% y del 10% llegando al final.

Al llegar al Santuario se puede apreciar la grandiosidad del monumento a Cristo Rey, que fue inaugurado en 1934, con una espléndida vista de prácticamente toda la isla. El origen del Santuario se remonta al año 1348, momento en el que se construyó la iglesia primitiva dedicada a la Pasión de la Imagen. A principios del siglo XVIII se edificó la iglesia actual, colocándose en el altar mayor una imagen de la Virgen, que desde el siglo XV era venerada en el santuario, y situándose en una capilla lateral el retablo del siglo XV, esculpido en piedra, de la Pasión de la Imagen.

Tras recrearnos en la preciosa vista desde Cristo Rey, nos acercamos al edificio donde está la hospedería (las celdas donde es posible pernoctar son pequeñas y muy austeras), el propio santuario y un pequeño restaurante, del todo recomendable. Y una vez se accede al patio interior, la sorpresa. Se puede observar, en el rellano superior desde donde se accede al comedor, toda la serie de maillots de campeón de mundo de Guillermo Timoner enmarcados y perfectamente identificados con el año de su consecución, que en su día fueron donados al Santuario. El corazón me dio un vuelco cuando hice semejante descubrimiento.

Un pequeño museo, una exposición permanente que recuerda la devoción del gran Timoner por la virgen:
“Mi fe en vos fue la causa de mi triple triunfo de Campeón Mundial. Lejos de vos, excelsa madre, cuando lejos de mi patria pedaleaban mis piernas en ansias de triunfo, de mi corazón salía siempre la misma oración, que muy quedo musitaban mis labios resecos, bañados muchas veces con lágrimas de emoción, pedía vuestra divina protección, que nunca me faltó. Aceptad pues, Virgen de Sant Salvador, este jersey, símbolo de campeón como homenaje fervoroso de vuestro humilde Guillermo Timoner”

Fue una verdadera sorpresa encontrar esas reliquias, no religiosas, en el Santuario. Los maillots, ya en un estado deficiente, recuerdan el tiempo que ha pasado. ¡Más de 50 años desde el primer Campeonato del Mundo!
Seguramente pasarán desapercibidos para tanta y tanta gente que visita el santuario, pero no para mí.

Se trata de un pequeño tesoro, muy bien guardado, que vale la pena conocer.

sábado, marzo 24, 2007

La Ruta de los Castillos Cátaros

(Artículo publicado en el número 14 de la revista Pedalier)

Al fondo, el Castillo de Montségur
Todo acabó en el Castillo de Montsegur. En el año 1244, y después de un asedio de 10 meses, más de 220 cátaros fueron quemados en la hoguera tras una huída desesperada de las cruzadas y de la Inquisición. Montségur fue el principio del fin, pero también fue el principio de nuestras inquietudes por el catarismo. El halo de misterio que rodeaba el Castillo de Montségur no permitía alejar demasiado nuestros pensamientos de ahí…

De hecho hacía tiempo que nos rondaba por la cabeza hacer una ruta por el sur de Francia conquistando Montségur y el resto de los castillos cátaros. Una vez delante del mapa, las opciones se multiplicaban y las etapas se encadenaban. La zona da mucho de sí. Pero también permite un recorrido muy completo en apenas dos etapas Así que, ¿por qué dejar para mañana lo que puedas hacer hoy?

Elegimos una zona equidistante entre Montségur y Queribus-Peyrepertouse, como es la zona de Quillan. Desde ahí podríamos atacar las dos zonas, con un kilometraje asequible y además, visitando otras atracciones naturales como son las Gorges de Galamus y el col de Saint Louis.

Castillo de Puilaurens
El primer objetivo de la primera etapa era el Castillo de Puilaurens, cuya vista desde Lapradelle, el pueblo que queda en la carretera D117, es imponente. La subida al castillo, que se eleva a 697 metros, son 3,5 km a una media del 5%, pero en dos fases muy diferenciadas. La primera muy suave, bordeando la montaña, y la segunda se empina de verdad en claro ascenso hacia la zona de aparcamiento, desde donde (previo pago de 3,5 Euros) se puede subir al castillo en aproximadamente media hora de caminata. Pero el día es muy largo y no nos permitirá visitar los castillos por dentro, simplemente dejará que nos impresionen desde fuera.

A continuación regresamos a la D117 y llegamos a Caudies en Fenouillédes. En lugar de seguir recto hacia Maury nos desviamos a la izquierda hacia St. Louis, por una carretera que posteriormente nos llevará a Bugarach y a Cubiéres-s-Cinoble, donde podremos visitar las Gorges de Galamus. La subida a Col de St. Louis es muy dura al inicio pero sus números no impresionan: 6 kilómetros al 6,2%. Lo mejor del puerto es un curioso “nudo de corbata” que supone un giro de 270º, el paso sobre un puente y que ofrece un mirador espectacular sobre la primera parte de la subida.

Una vez coronado vamos viendo una mole montañosa imponente delante nuestro con unas curiosas formas: es el Pech de Bugarach, pico al que se accede desde el Col du Linas (667 metros), por donde también pasaremos antes de uno de los momentos más esperados del día.

Les Gorges de Galamus
Estábamos deseando llegar a las Gorges de Galamus, y la verdad que no nos defraudaron. Un desfiladero impesionante, con una carretera escarbada en la montaña que no permite el paso de vehículos con una altura superior a la convencional ni, por supuesto, el paso de dos vehículos en paralelo. El desnivel sobre el río es difícil de calcular, pero no me soprendería que llegara a más de 70 metros…

Una vez pasado el desfiladero y tras hacer todas las fotos posibles, nos dirigimos en claro descenso hacia St. Paul de Fenoulliedes. Desde allí, hacia Maury, donde las indicaciones clarísimas de País Cátaro, nos llevan hacia los castillos de Queribus y Peyrepertouse, muy próximos entre sí.

El Castillo de Queribus es muy visible, a lo lejos, desde la carretera D-117. Perfectamente mimetizado con el entorno y en lo alto de un peñón, a 730 metros de altitud, no sorprende que fuera un punto estratégico de defensa y control de la zona. Es el punto de referencia durante toda la subida. Queribus era frontera entre los reinos de Francia y de Aragón.

Un cartel a falta de dos kilómetros nos dirige por una pista que llevará hasta la base del castillo. En ese punto, un inquietante cartel del 17% nos advierte de las características de esa pista asfaltada. Y es que esos dos kilómetros son realmente exigentes.

Una vez de regreso a la carretera nos dirigimos hacia posiblemente el castillo más bello de todos: Peyrepertouse, que bien pronto podemos divisar en la lejanía. Impresionante por su magnitud (se trata nada menos que de un castillo de 300 metros de longitud!!), pero también por su integración en la montaña: da la sensación que sus murallas nacen de las rocas, e incluso visto desde lejos cuesta dintinguir el propio castillo, que parece que se extienda por toda la cresta de la montaña.

Peyrepertouse es un castillo que perteneció a los Condes de Besalú y a los Condes de Barcelona, antes de ser posesión francesa, tras la huída de los cátaros en 1240.

Las vistas desde la subida son preciosas, del propio castillo y en especial del castillo de Queribus, que acabamos de abandonar, e incluso es posible ver el mar en un día claro. Durante la ascensión (de 4,7 kilómetros con un desnivel de casi 400 metros) empezamos a notar la dureza y el paso de los kilómetros; sin embargo una vez arriba nos reconfortan los saludos de ánimo de varios caminantes “Bravo!”, “Bon courage!” Se agracede ese calor y uno al final piensa que menos mal que por lo menos en el país del Tour los ciclistas no estamos tan desprestigiados como al otro lado de los Pirineos…

Una vez coronado Peyrepertouse todavía no hemos conseguido realizar todos los objetivos del día. Nuestra idea era regresar por Soulatge, Auriac, Col du Paradis, el Castillo Cátaro de Arques, Couiza y Quillan de nuevo, pero el cambio horario destroza nuestros planes y la oscuridad se nos va echando encima. Decidimos regresar de nuevo por la Gorges de Galamus, pero esta vez de una manera muy diferente a como las cruzamos por la mañana. Vamos a toda máquina, sin cruzar palabra, trazando las curvas como en carrera, en esa estrecha pista… Hay que llegar con luz como sea, pero tras un par de sustos desistimos y llegamos al hotel en taxi, ahorrándonos 20 kilómetros.

El recorrido completo, durísimo, es de 147 km con 3 puertos, tres castillos, las Gorges de Galamus dos veces... y 2365 metros de desnivel. Un día bien aprovechado, sí señor.

La segunda etapa tenía dos posibilidades, tirar hacia el Plateau de Sault y subir directamente al castillo de Puivert, y luego hacia Montségur, o bien “complicarnos la vida” yendo a buscar la gorges de Joucou y el col de la Croix des Morts. Finalmente nos decidimos por la versión corta y subir directamente Puivert. Ya tuvimos bastantes sustos el día anterior.

Castillo de Puivert
Puivert era del castillo más festivo de todos. Parece ser que se trataba del punto de encuentro de músicos y juglares y donde se celebraban torneos y competiciones entre caballeros. Una pista en muy mal estado, pero muy corta, llega hasta la base del castillo. De hecho fue el único castillo al que llegamos hasta la misma puerta, donde se observan sus 35 metros de altura y sus 6 torres. Su acceso es muy fácil y se entiende que su misión no fuera estrictamente la de vigilancia. No sigue el patrón de los castillos que visitamos el día anterior, verdaderos nidos de águila en la cima de escarpadas montañas.

Una vez solventado el inevitable pinchazo al que obliga la infame pista que lleva a Puivert, nos dirigimos al último y definitivo objetivo: el Castillo de Montségur. De las diversas posibles vertientes, escogimos para ascender la de Belesta, más exigente y que pasa por el mismo pueblo de Montségur, en lugar de subir por la más conocida y transitada vertiente de Lavelanet. El castillo se divisa a lo lejos en lo alto de la montaña llamada “Pog”. A lo largo de la ascensión, bordeando la montaña, uno piensa por dónde se podrá acceder allá arriba, puesto que la fortaleza es visible desde cualquier punto de vista.

Subiendo por Belesta, y Fougax-et-Barrineuf diversas zonas con curvas de herradura nos hacen ganar altura con facilidad. Al paso por el pueblo de Montségur el castillo parece más cercano, pero todavía faltan un par de kilómetros, de los 12 que hay en total.
La carretera termina en el parking, a 1059 metros. Desde ahí, unicamente se puede acceder al castillo por un camino escarpado hasta llegar a los 1207 metros.

El misterio que rodea el castillo de Montségur incluye el tesoro de los cátaros (se dice que estaba dotado de innumerables riquezas e incluso el Santo Grial), que al parecer pudo ser rescatado antes de ma masacre y escondido en una gruta. También forma parte del misterio la extraña alineación que los rayos del sol forman el día del solsticio de verano, motivo por el cual se dice que pudo ser un templo solar.

Lamentablemente no podemos subir a visitar el castillo, y disfrutar de la espléndida panorámica que seguro desde allí se divisa. El tiempo apremia y tampoco hay lugar donde dejar las bicis! Tenemos buena excusa para regresar en otra ocasión, quizás con más tiempo para terminar de conocer los detalles de un pasado lleno de aventuras y leyendas.

En el descenso hacia Lavelanet, observamos una pequeña lápida que homenajea al ciclista Jojo Fernández, que perdió la vida (“dejó de vivir su pasión” según reza la lápida) en ese lugar en el año 2002. Emocionante y sobrecogedor. Un final de trayecto acorde con una excursión que en la que los escalofríos están a la orden del día.

Todo esto y mucho más a únicamente dos horas y media de Barcelona, o a cuatro de Donosti. Y además, una zona que podemos visitar prácticamente todo el año (nosoros lo hicimos en el mes de noviembre).
¿Quién puede ofrecer más estando tan cerca?

sábado, febrero 03, 2007

Irlanda a golpe de pedal.

Cuando uno sabe que tiene que ir a Irlanda a finales del mes de Enero lo último que se le ocurre es pensar en salir en bicicleta por ahí. A no ser que uno esté seriamente enfermo de este mal que nos afecta a muchos y que nos impide dejar de salir en bicicleta incluso en los días más fríos de invierno.

Irlanda, el país de la cerveza Guinness, de los tréboles, de James Joyce, de los acantilados de Moher, del whisky (whiskey escriben ellos) Jameson, pero, sobre todo, el país de la lluvia. Quién me iba a decir que la suerte me acompañaría una vez más y no vería una gota de lluvia. ¿O será que el cambio climático tiene algo que ver con todo esto?

Durante el viaje recordaba a Sean Kelly y Stephen Roche, los ciclistas históricos del país, vencedores de las principales pruebas del mundo. Stephen Roche, ganador de Giro, Tour y Mundial un mismo año, qué barbaridad. Y ahora tiene una empresa de cicloturismo en Mallorca. Otra isla pero con un clima un poco diferente. No sabes nada, Stephen...

Pensaba también en que el Tour de este año 2007 empezará en Londres, después de las visitas a Inglaterra de la ronda francesa en 1974 y 1994 (con la histórica victoria de Cabello en Brighton y la mítica contra reloj por equipos pasando por el Eurotunel). Y también la visita del Tour de 1998 a la misma Irlanda.

Y es que Irlanda es un país muy adecuado para moverse en bicicleta. Y Dublín, una ciudad que se mueve con los autobuses de dos pisos, con el tranvía (el LUA) y con la bicicleta como importante medio de locomoción.

Una ciudad totalmente llana, muy adecuada para el uso de la bicicleta, Y hay que reconocer que las facilidades que ofrece para circular son extraordinarias. Qué montón de kilómetros de carril bici perfectamente señalizado, a la izquierda del carril bus, con la obligación de los vehículos de ceder el paso a los ciclistas. Un carril bici en cada sentido de la marcha, sin problemas con los peatones, aún cuando el carril bici se sitúa en la acera. Sana envidia me corroe.

Son cientos y cientos los ciclistas anónimos, de todas las edades, los que diariamente se desplazan al trabajo en sus bicicletas, desafiando el frío y la lluvia, con sus chalecos reflectantes. Bicicletas de todo tipo, entre las que destacan las de la marca Raleigh, el fabricante de bicicletas británico por antonomasia. ¿Quién no recuerda el mítico equipo (holandés) Ti Raleigh?

Antes de irme a Dublín estuve buscando en Internet alguna posibilidad de alquilar bicicletas allí. Encontré la céntrica tienda Cycleways.com. Sin embargo, no había bicis de mi talla, y de allí me dirigieron a la UCD (que nadie se asuste, es la University College Dublin) una Universidad privada con un campus impresionante, con una pequeña tienda de bicicletas destinada principalmente a sus estudiantes, y que esconde en su trastienda una empresa de turismo activo (http://www.cyclingsafaris.com/ ), que tiene diversas rutas en bicicleta por Irlanda, y también por toda Europa. Pero ninguna de ellas se proponía para el mes de Enero, claro…

Es curioso, será por la proximidad que uno siente hacia aquel que practica un deporte minoritario como el nuestro, pero uno se siente arropado cuando entra en una tienda de bicicletas. Ya sea de Barcelona o de Dublín. Se establece una especie de nexo que va más allá de la relación tienda-cliente. Tanto en Cycleways como en la tienda del Campus. Y quiero pensar que esa atención no fue fruto de la compra de un maillot de Irlanda. Especialmente amable y divertido fue Rob, en la tienda de la UCD. Nos hicimos un hartón de reir con su típico humor inglés, y encima, todos mis requisitos sobre la bici, cada vez más exigentes, se iban cumpliendo como por arte de magia.

El caso es que finalmente conseguí una bicicleta mejor de la que esperaba. Me había hecho a la idea de hacer una ruta larga con una bicicleta de montaña, incluso con guardabarros, con el pie suelto o como mucho con calapié de cinta. Pero de repente Rob me sorprendió con una Giant Scr 3.0, con un grupo Shimano Sora (de 8 velocidades), incluso con pedales Shimano Spd. Más de lo que imaginaba.

Había planeado desde casa hacer una ruta que incluyera la subida a Sally Gap, un lugar relativamente cerca de Dublin (a unos 30 kilómetros) y que de hecho es la encrucijada más alta del país, a 497 metros de altitud. Una subida con tramos muy duros y kilómetros enteros al 10%, pero que no parecía inasequible, incluso en un principio de temporada con pocos kilómetros como yo llevaba.

El poco tiempo para preparar la excursión hizo que no pudiera contactar con un guía que me llevara por la zona, o sea que emprendí la marcha con la única indicación de que mi destino era Sally Gap y estaba al sur de Dublín. Cada vez que preguntaba a algún transeúnte cómo llegar me encontraba con un denominador común: todos a los que preguntaba habían estado alguna vez en España (Málaga y provincia se llevaba la palma) y todos consideraban de locos ir a Sally Gap (“it’s fucking crazy” fue la perla que me soltó un chaval). Como quiera que, además, los pueblos no están señalizados como cualquiera podría pensar, con el cartelito a la entrada, pues andaba más perdido que nunca. Unicamente las iglesias, los conventos y los campos de golf, numerosísimos todos ellos, me orientaban ligeramente.

Otro recurso era encontrar por el camino a otros ciclistas que se dirigieran hacia allí. Sin embargo durante la aproximación no ví más que a un ciclista que no se mostró muy entusiasmado con mi propuesta, aunque el día invitaba a hacer una salida larga. Únicamente llegando arriba me crucé con algunos ciclistas más, pero entonces ya no necesitaba guías, sólo oxígeno.

Cualquiera podría esperar de Sally Gap un lugar verde, frondoso, pero nada de eso. Una vez se superan a la salida de Dublín unos kilómetros bastante duros, uno se topa con una especie de meseta llena de bosque bajo de matojo, de un color parduzco muy poco seductor, con zonas pantanosas. Únicamente unas ovejas atravesando la carretera recuerdan el país en que estamos.
En el inicio de la subida lucía un sol que ponía en duda que estuviera en Irlanda, aunque el día se iba estropeando a medida que iba ganando altura. Al coronar Sally Gap el día se había convertido en gris y el principio de la bajada me recordó que estaba en el mes de Enero. Con manos y pies helados regresé a Dublín y me topé de nuevo con la gran ciudad.

Todo el miedo que tenía al hecho de circular por la izquierda se apagó de golpe al empezar a pedalear. Es curioso lo fácil que resulta acomodarse a las nuevas condiciones que se nos imponen. Sufría por si en la primera rotonda me iría hacia la derecha, pero en pocos minutos me ví circulando con una naturalidad soprendente. El único problema lo tenía una vez en la ciudad, circulando entre coches, cuando tenía que girar a la derecha desde mi carril bici.

Irlanda puede ser un país muy adecuado para descubrir en bicicleta por libre, pero allí también hay marchas cicloturistas tal como aquí las entendemos. En la zona de Dublín, una de las más conocidas (más de 1.000 participantes en 2006) es la Wicklow 200, una prueba que atraviesa todas las montañas de Wicklow, al sur de Dublín, donde se hallan las fuentes del río Liffey, que atraviesa la capital. En su recorrido se incluyen, entre otras, las subidas a Sally Gap y a Wicklow Gap, que se dió a conocer al mundo ciclista al subirse en la primera etapa del maldito Tour de 1998. Podéis encontrar más información en: http://www.wicklow200.ie/

Otra prueba muy conocida es el Ring of Kerry, una ruta superturística y muy recomendable (también en automóvil) en el todavía más lluvioso oeste del país. Se trata de un anillo con principio y final en Killarney atravesando en 180 km los estremecedores paisajes de la Irlanda más occidental. Lagos, acantilados, castillos…, como para perdérselo. Una buena excusa para volver a Irlanda, sin duda.

Pruebas, como digo, similares a nuestras marchas cicloturistas, pero con una diferencia sustancial, común al resto de marchas que se disputan en el Reino Unido. Allí estas pruebas suelen tener fines benéficos. Cada participante busca un sponsor y colabora realizando una donación mínima en el momento de la inscripción. Bonita manera de hacer deporte y no con el afán especulativo que impera en algunas marchas de nuestro país. Quizás podría ser un modelo a imitar. Las recaudaciones de las marchas serían mucho mayores, sin duda, y sería un aliciente para muchos de nosotros.

Cuántos alicientes, cuánto por descubrir. Y además el único país británico que adoptó el Euro. Nos lo ponen fácil. Irlanda, parece mentira. Un país con sólo un 10% de la población de España, pero del que podemos aprender tantas cosas…