jueves, septiembre 25, 2008

Matagalls Montserrat 2008, objetivo conseguido.


Ya que nos planteamos una prueba de fondo en montaña, ¿por qué empezar por una más fácil?


La Matagalls-Montserrat es un mito para muchos excursionistas catalanes. No es de extrañar, porque con sus más de 83 kilómetros (casi 2 maratones!!) y su final en el Monasterio de Montserrat, tiene todos los alicientes para ser una prueba de referencia. Se trata, sin embargo, de una prueba no competitiva, en la que el objetivo principal es terminar, aunque es inevitable que muchos lo tomen como un reto en el que hay que invertir el mínimo tiempo posible.


La otra singularidad de la Matagalls Montserrat es que se realiza en la mayor parte de su tiempo por la noche. Es curioso que tantos años pedaleando y nunca me hayan seducido las ciclomaratones, y sin embargo me inicio en esto de las noches deportivas en vela con una prueba a pie. Supongo que después de haberla terminado (con éxito!?) ya estoy más cerca de intentar algún día la Barcelona-Perpinyà-Barcelona, La Madrid-Gijón, o la Paris-Brest-Paris.



En la salida, el ambiente en Coll Formic es estupendo. Hace ya varios años que no se da la salida en la cima de Matagalls, sino en Coll Formic (a 1.145 metros), el puerto de montaña desde donde se puede acceder al Matagalls. Como digo, el ambiente es estupendo, con más de 3.000 personas a punto de salir. El equipaje se limita a un chubasquero por si llueve, unos calcetines de recambio (Quechua grand randonée, fantásticos), alguna barrita energética y una cantimplora, aunque con los avituallamientos que encontraremos por el camino (5 en concreto, ver el perfil) no hubieran sido necesarios. Y se me olvidaba, también los palos, importantísimos para descargar en lo posible las piernas.


El primer tramo es casi lano y después en franco descenso hasta Aiguafreda La tentación de correr es tremenda, y nuestro sentido común escaso. Total, que vamos al trote algún rato, aún sabiendo que luego podremos pagarlo. El paso por Aiguafreda, ya de noche, es motivante, con la gente del pueblo dando ánimos, y también comida. El avituallamiento lo encontramos poco después, donde una triple ración de té caliente hará que no tenga el más mínimo momento de sueño en toda la noche. Uno de los elementos que más me asustaba lo pasé sin ningún momento de debilidad.


Las charlas iniciales se van convirtiendo en silencios interminables. Uno solamente escucha su cuerpo y empiezo a notar dolor en la rodilla, después en la planta del pie. También me molesta la goma del mísero frontal de 3 leds que llevo (al lado de los 20(!!!) que llevaba Ricardo), pero decido no ensancharlo para que el dolor tenga algún lugar poco importante donde entretenerse…


Pero el paso de los kilómetros va mermando la moral y empiezo a entender que haya muchos abandonos en el avituallamiento de Sant Llorenç Savall, como me habían advertido (kilómetro 45). Sólo me faltaba un buen tropezón en una estrecha pista, que ni los palos evitan que yo acabe en el suelo. Buena excusa para dejarlo. Menos mal de la compañía, que me convence de que no lo haga. Haber pasado el ecuador de la prueba ayuda psicológicamente a aguantar. A partir de ese momento ya es cuenta atrás.


Sin embargo, tras el avituallamiento de la urbanización Cavall Bernat, en Matadepera, paso otro mal momento. Quizás porque me he enfriado, pero los cuadriceps me duelen una barbaridad y no puedo bajar las empinadas calles asfaltadas que nos retornan a la pista forestal. Ahí decido dar via libre a mis sufridos acompañantes. Por lo tanto si acabo esto lo haré solo, pero con la tranquilidad de no estar arrastrando a nadie más tiempo del necesario…

Al poco tiempo va amaneciendo y eso anima de verdad. La bajada hasta Vacarisses es una trialera complicada. No quisiera verme yo con la bicicleta por ahí. Cuando llego al avituallamiento de Vacarisses ya tengo claro que voy a llegar. Montserrat está a la vista y el cuerpo parece que se va aguantando. Aparte de los cuádriceps, no sufro ningún otro punto crítico, por lo que el escaso entreno que hice (subir al Aneto en 9 horas y una caminata de 11 horas hasta el Pla de la Calma) parece haber servido para cumplir el objetivo.


La subida final al Monasterio se hace muy larga, pero finalmente llego una hora después de mis compañeros, con un tiempo de 17 horas 53 minutos, el 1.005 sobre 2.280 que llegaron y 3.000 que partieron. Una verdadera barbaridad.


miércoles, septiembre 17, 2008

Aneto: el pico más alto de los Pirineos

De Aneto
Esta vez no era una montaña para subir en bicicleta. Pero escalar el Aneto tenía todos los alicientes: la cima más alta de los Pirineos, una escalada sin una excesiva dificultad técnica, pero que a la vez requería el uso de crampones y piolet, un desnivel de más de 1.300 metros, el definitivo paso de Mahoma, etc. Además, Pedro y yo íbamos acompañados por un verdadero experto en montaña como Fran, por lo que llevábamos un seguro de vida.
Dejamos el coche en el parking de Llanos del Hospital, poco después de dejar la carretera que sube desde Benasque. A partir de allí está prohibido el paso con vehículos particulares y hay que coger un autobús hasta llegar a la Besurta, donde hay un pequeño chiringuito. Ahí nos deja el autobús y hay que caminar durante aproximadamente media hora para llegar al refugio de La Renclusa, a 2.140 metros. Tras una copiosa cena y una mala noche, suena el despertador a las 5,00. En media hora nos están sirviendo el desayuno y en media hora más estamos ya en camino. Tras muchas dudas durante la semana anterior sobre la meteorología que nos podría acompañar, finalmente parece que el día será espléndido. A pesar de que es luna nueva, las estrellas brillan con fuerza e iluminan la montaña. Además, convierten el cielo negro en casi blanco: es un privilegio poder verlo y vivirlo.

No es sencillo encontrar la dirección correcta si uno va solo. Desde el inicio no hay camino, es todo pedregal que se debe ir subiendo, siempre con la ayuda de bastones y, en ocasiones, con ayuda de las manos. Una vez emprendido el camino los numerosos hitos que iremos encontrando ayudarán a mantener la dirección correcta. Aunque, como nos habían informado, no era de gran dificultad técnica, la escalada tenía pasos pelogrosos y requería de una buena condición física.

Pero gracias a Dios no debemos preocuparnos de la orientación y de si vamos a ir por el Portillón superior o por el Portillón inferior. Fran, de tanto en tanto, en medio del pedregal, otea el horizonte y decide cuál es la dirección adecuada. Cuando llegamos al Portillon superior vemos por primera vez nuestro objetivo: el Aneto. Vemos también el glaciar, que sigue siendo gigantesco a pesar de que nos cuentan que ha reducido su extensión en los últimos años, de manera espectacular.

De Aneto
Nos paramos a ponernos los crampones y recibimos cuatro instrucciones para atravesar el glaciar y para el uso del piolet. Ojo con las grietas, cuidado con el hielo y el piolet lo usáis a modo de bastón contra la ladera: mientras el crampón pise nieve blanda estaremos más seguros. La travesía es preciosa y nos deja ya muy cerca de coronar. Nos volvemos a quitar los crampones y en breve estamos ya ante el mítico paso de Mahoma. Yo no tenía dudas de que ibamos a pasarlo, pero la verdad es que nuestro guía particular nos lo hizo muy fácil, indicándonos en todo momento cuál era el mejor paso o el mejor apoyo.

De Aneto

En breve estábamos haciendo la foto junto a la cruz. Mil gracias por todo esto, Fran.
Y para acabar, si os ha gustado esta incursión en el alpinismo, os dejo un video impresionante de youtube con la bajada en parapente (+ esquis) de la cara norte del Eiger, una cima mítica y complicadísima. La conocí a través de un documental impresionante que se llama “La llamada del silencio”, basado en un libro del mismo nombre: