martes, septiembre 27, 2011

Dolomitas: No sufráis, volveremos.

(Publicado en el n.44 de la revista Pedalier)



(Fotografía Sergi Ros)
Probablemente nuestro entrenamiento no fuera el suficiente. Tampoco el desarrollo que llevamos era el adecuado en muchos casos. Incluso es cierto que el tiempo que nos encontramos no fue el mejor. Pero esta semana que pasamos en los Dolomitas y los Alpes Centrales (aunque los llamaremos Dolomitas a partir de ahora por simplificar) nos dejó un recuerdo que no olvidaremos fácilmente, por los paisajes vistos, por las experiencias vividas, por la dureza de sus pendientes. Los Dolomitas siempre son especiales y más si la gente que te acompaña mientras disfrutas esos paisajes comparte esa pasión por la montaña.

Antes de seguir, un par de matices que os podrán resultar de interés. Ante la disyuntiva de ir en Julio o en Agosto, nosotros nos decantamos por el mes de Julio siguiendo las recomendaciones de gente que sabe de esto, como Angel de Terradiversions. Julio por el tiempo climatológico más benigno, Julio por la menor densidad de tráfico en las carreteras (coches, ¡pero sobre todo motos!) y Julio por los precios de los hoteles, que en Agosto hacen temporada alta (lo que se llama vulgarmente ponerse las botas). Oyendo todo esto no nos quedaron dudas y planificamos las vacaciones la primera semana de Julio, con lo que además coincidimos con mucha gente que estaba preparando la prueba cicloturista de esa zona por antonomasia: la Maratona dles Dolomites, que este año se disputó el día 10 de Julio.

Había que aprovechar el tiempo al máximo, y solo llegar al aeropuerto de Venecia, de camino a Paluzza y a la frontera austríaca, donde teníamos nuestro primer campo base, decidimos pasar por el Passo San Boldo, un puerto extraordinario y singularísimo que os explicaremos con detalle en un próximo número de Pedalier. Sólo os adelanto que nunca ví un puerto como ese.

1ª etapa: Paluzza-Hochtor Pass
Empezábamos la semana con un verdadero reto. Una ruta que fusilaba los últimos kilómetros de la etapa que finalizó en el Grossglockner en el pasado Giro d’Italia, con la diferencia de que ellos se quedaron en poco más de 2.100 metros, sin llegar arriba del todo. Nuestros planes era ambiciosos y pasaban por subir al Hochtor Pass (realmente el paso de montaña de una vertiente a otra), luego llegar a Edelweisspitze y regresar subiendo al Refugio Franz Joseph Hoche. Con el Hochtor nos bastó....
El primer paso del día era el Monte Croce Carnico (Plöcken Pass en su vertiente austríaca) y después lo que supuestamente era un terreno llano hasta la base del Hochtor era en realidad un sube baja con dos puertos (sobre todo el Iselbergpass) de considerable dureza. Las fuerzas estaban intactas, o sea que Javi se pone a tope desde la primera rampa! Uf!
Por fin estábamos en Pockhorn, al pie de una de las carreteras más espectaculares de los Alpes y de toda Europa, la Hochalpenstrasse, 48 kilómetros que llevan de Heiligenblut a Zell am See. Una carretera de peaje, nada menos que 29,00 Euros por vehículo, e incluso se está estudiando la posibilidad de que las bicis paguen también peaje... En esa carretera hay 3 destinos principales: el Refugio Franz Joseph Höche, desde donde se puede observar el impresionante glaciar de Pasterze y la cumbre del Grossglockner, el pico más alto de Austria, con sus 3.798 metros. En segundo lugar el Hochtor Pass, el paso de montaña de una vertiente a otra, con 2.509 metros, y por último, el tercer destino se encuentra una vez pasado el túnel que hay en la cima, pasados unos kilómetros a la derecha, la subida al Edelweisspitze, el punto más alto asfaltado de toda esa zona, con 2.538 metros, después de dos kilómetros adoquinados impresionantes.

Nosotros nos dividimos (cosas que pasan por no estudiar el libro de ruta), y mientras yo coronaba mi objetivo BIG, el Hochtor Pass, el resto iba al Refugio Franz Joseph Höche, donde nos reunimos todos finalmente. Un aire gélido dio un tinte épico a la ya de por sí durísima subida (de cualquiera de los dos destinos). Destacar especialmente la dureza del Hochtor después de la rotonda que separa las carreteras que van al Refugio y al propio Hochtor, así como un impresionante túnel llegando al Refugio, con rampas mantenidas a más del 12%. Eso cuando llevábamos más de 100 km en las piernas...

El descenso en furgoneta a nuestro campo base ahorró más de una pulmonía. La indumentaria de los múltiples visitantes del Refugio era de pleno invierno…

Vamos, la etapa ideal. Como bien definió Ludwig (ese alemán con gracia de andaluz que fue el alma del grupo): Así me gustan las etapas, es lo más inteligente: el primer puerto a tope, el segundo a darlo todo y el último, el más duro, súbelo como puedas.

2ª etapa: Paluzza-3 Cimas de Lavaredo. La etapa que teníamos prevista empezaba nada menos que por el Monte Zoncolan. Debo decir que hasta el último momento dudamos si bubir “sólo” Zoncolan o si hacer el Monte Crostis y el Zoncolan, puesto que los propietarios del hotel donde estábamos alojados nos recomendaron una y otra vez subir el Crostis, puesto que estaba recién asfaltado y todavía con las protecciones en el descenso que se habían colocado para el Giro d’Italia. Pero somos gente de ideas fijas (que a veces no es lo mismo que claras) y el que cayó fue el Zoncolan.
Zoncolan por Sutrio no asusta comprado con la otra vertiente, pero es un puerto muy serio con 14 kilómetros y 1.200 metros de desnivel, con tres kilómetros finales a más del 13%, que en invierno es una pista de esquí, así lo atestiguan los cañones de nieve. El 34x27 sacaba humo a una cadencia mínima, pero conseguimos coronar con la sorpresa de que el pequeño monumento que adornaba la cima había desaparecido, no sé si fruto de la nieve o del vandalismo. Con lo fetichista que soy yo de estas cosas...
El descenso del Zoncolan por Ovaro es simplemente bestial. Está jalonado de carteles que recuerdan a los mejores ciclistas de la historia: Coppi, Bartali, Merckx, Gimondi, Bahamontes... Ahí estaban todos, en la que casi con seguridad es la subida más dura de toda Europa. Al llegar abajo todavía permanecía los carteles del Giro y la leyenda “La porta per l’inferno” (no hace falta traducción). Fotos de rigor allí.

Después de eso, ya parecía que el resto del día era de relleno. Qué error. Íbamos en dirección oeste hacia Lavaredo y subimos lo que no está escrito (especialmente Xavi, que hizo la etapa completa!). Para finalmente llegar al espectacular Lago de Misurina con unas vistas indescriptibles y todo el complejo turístico a su alrededor, que da paso a una carretera más estrecha (también de peaje) que llega hasta las 2 cimas de Lavaredo (¿y la tercera?) por otro tramo de casi 4 kilómetros a una media superior al 11%. Menuda gracia, aunque la recompensa del paisaje fue brutal.

Para encontrar la tercera cima de Lavaredo hay que rodear la montaña desde el Rifugio Auronzo (final de la carretera) y sólo después de una caminata de poco más de una hora es posible localizarla y ver la famosa imagen completa del trío de cimas, que estuvimos buscando toda la subida entre jadeos.

3ª etapa: Misurina-Alleghe. Una etapa de recuperación con dos subidas no demasiado exigentes (Forcella Cibiana y Passo Duran), comparadas con las pendientes bestiales que habíamos hecho los días anteriores. El inicio de la etapa es en franco descenso excepto la tachuela del Passo Tre Croci. Tachuela si lo coges desde Misurina, claro, porque desde la vertiente que bajamos son casi 40 kilómetros de larguísimo y bellísimo descenso por el valle de con unas vistas impresionantes a derecha e izquierda. Atravesamos la muy turística localidad de Cortina d’Ampezzo y continuamos bajando hasta la base del primer puerto del día. Ahí Julià se puso las botas llevando al grupo en ese llano descendente
La subida a Forcella Cibiana no es demasiado larga y en su cima se inicia el camino al Monte Rite, a 2.181 metros, donde hay un museo, que me quedé con ganas de visitar, dedicado a Reinhold Messner, uno de los más grandes escaladores (sin bici!) que hayan existido jamás. La panorámica desde el Messner Mountain Museum es espectacular.
Una vez arriba del Cibiana encontramos un grupo de alemanes que están bebiendo cerveza y comiendo embutido, mientras sus bicis están aparcadas junto a la autocaravana que les transporta de un lado a otro. Cuando les dijimos que íbamos a por el Passo Duran se rieron como diciendo “estos no saben dónde van”. Efectivamente no lo sabíamos puesto que lo habíamos subido nunca, pero ellos tampoco sabían posiblemente de dónde veníamos. Qué nos podía asustar después de las pendientes de Zoncolan o Lavaredo.

En Alleghe (atención, pronunciad Álegue) dormimos en el Hotel Alleghe, donde nos atendió su dueño, Silvano Rudatis, un hombre entregado toda su vida a la montaña que nos contó mil cosas interesantes mientras tomábamos un limoncello después de una cena deliciosa, como no puede ser de otra forma en Italia. Nos contó desde la celebración anual de la Transalp (prueba por etapas que atraviesa los Alpes desde Alemania hasta Italia y que alterna un año en BTT con un año en bicicleta de carretera) hasta los recuerdos del inolvidable Pantani en su último año de “dilettante” en la vecina y durísima subida a Pian di Pezzé (en la que sacó más de 5 minutos al segundo clasificado), pasando por su vehemente recomendación de subir al Monte Grappa. Nos enseñó fotos, nos habló de sus muchos clientes ciclistas, en fin, una larga sobremesa muy amena en una mezcla de italoespañol que no dejaba de tener su gracia.

No me resisto a dejar Alleghe sin hablar del mítico Passo Fedaia (la Marmolada), cuya vertiente desde Caprile (a sólo 5 km) es historia del ciclismo. Nosotros ya lo subimos en nuestro anterior paso por los Dolomitas, pero es una subida de las que no se puede pasar de largo.

4ª etapa: Alleghe-Vipiteno. Esta etapa tenía dos variantes. Para los que ya habíamos visitado los Dolomitas en 2005 el recorrido incluía la subida a Falzarego-Valparola, dos puertos encadenados con unas vistas preciosas. Los que no habían estado en 2005 haciendo la Maratona dles Dolomites como yo, les esperaba una buena paliza que sin duda merecía la pena y que sin dudarlo yo hubiera también hecho si las fuerzas hubieran sido las adecuadas: la famosísima Sella Ronda, ese tríptico de puertos encadenados (Sella, Pordoi y Gardena) con probablemente las mejores vistas de los Dolomitas que se puedan obtener. Además el día acompañó y a Sergi, nuestro fotógrafo, se le acumulaba el trabajo. Las vistas en 360 grados eran espectaculares, no sabía por dónde empezar.
Completar ese tríptico de puertos con el Campolongo es el recorrido corto de la Maratona dles Dolomites, que en sólo 57 km reúne lo mejor de lo mejor.
Los dos grupos nos reunimos en La Villa para acometer otro puerto pequeño en popularidad y grandioso en vistas y paisajes como es Paso delle Erbe, un coloso con poco que envidiar a otros puertos con mucho más nombre. En su vertiente de Antermoia, la que subimos nosotros, tras un descanso a mitad de puerto, nos regala un final con 6 kilómetros al 10% de media, para coronar a 2004 metros (a pesar de que el cartel indica 1.987 metros).

5ª etapa: Vipiteno-Passo Rombo. Bueno, esta etapa era la verdadera etapa reina de nuestras vacaciones, puesto que incluía en su previsión las subidas a Monte Giovo, Passo Rombo y Glaciar de Solden, la carretera asfaltada más alta de Europa (nada, una nimiedad, de 13,8 km al 10,4 de desnivel medio). Esta vez Murphy entró en acción, y las previsiones meteorológicas, que preveían desde el inicio que ese jueves íbamos a tener lluvia y frío.
Nada nuevo para aquellos que ya habéis estado en la zona, puesto que el Timmelsjoch (nombre autríaco para el Passo Rombo) es uno de los pasos más fríos de los Alpes, precisamente por su proximidad al Glaciar de Solden. Ya me gustaría poder describiros con detalle la subida, y de hecho mientras tuvimos visibilidad era una cornisa preciosa a media montaña con todo el valle a la izquierda. Eso sí, los últimos kilómetros no pudimos ver nada, con una intensa niebla y una copiosa lluvia que nos dejó a punto para entrar a calentarnos y comer en el refugio que se encuentra en la cima, además de tomar el “te con ron” y el pastel de carne, típicamente austríacos. Un buen momento para degustar especialidades de la zona, mientras el cuerpo intentaba entrar en calor.
La conclusión que yo saco es que el Timmelsjoch-Passo Rombo es un coloso espectacular que no tiene nada que envidiar a los grandes monstruos como Galibier, Tourmalet o Stelvio. 2.491 metros de altitud, casi 30 kilómetros de ascensión y 1.700 metros de desnivel. Eso tiene varias palabras que lo definen: monstruo o coloso serían los eufemismos, puertarraco impresionante sería la definición más coloquial y a la vez certera. Sólo le falta la notoriedad que da estar incluido en el Giro d’Italia, pero desde el mítico 1988 del Gavia, el Passo Rombo no ha sido incluido en el Giro...
El tiempo climatológico no aconsejaba continuar la etapa hasta Solden. Después de que el sentido común se imponga, la mala noticia de que no pudiéramos subir al Glaciar de Solden se convierte en buena al darte cuenta de que eso significa que hay que volver a completar la colección y comprar ese cromito. Allá estaremos un año de estos.

6ª etapa: Val Martello y Stelvio, el remate final. La última etapa incluía la subida a dos puertos grandiosos. Uno conocido por todos y otro que no conoce nadie o casi nadie. Empezamos por Val Martello, otra sabia recomendación de Angel, de Terradiversions. Empezamos la subida tras una charla con un lugareño, que nos aclara varios temas interesantes. Uno de ellos que la avalancha de tierra del día anterior sobre una parte de la carretera, debida a la lluvia, ya había sido solucionada (de ello nos habían advertido en el hotel). Otro tema interesante y sorprendente es cuando nos dice que ellos no son italianos, que ellos son austríacos y que hablan alemán en la familia y en el trabajo. Vamos, nos cuenta lo que él llamaría una ocupación en toda regla, fruto de los acuerdos tras la Primera Guerra Mundial (la “Grande Guerra”).
Val Martello es una subida que lo tiene todo, 100% recomendable. Al principio unos tramos rectos largos muy duros (imaginaros la velocidad en la bajada), después una zona de “tornanti” dura y espectacular, más tarde la llegada a una presa enorme con un paisaje espectacular lo que queda de lo que fue un glaciar a principio del siglo XX (cosas del calentamiento global), y remate final con otra zona de “tornanti” con cartelito del 14% que también pone las piernas a tono. En global, 2.033 metros de altitud, un desnivel de 1.426 metros, para un desnivel medio del 6,1% en los 23 kilómetros de subida.
Por fin el remate de la jornada y de la semana era la subida al Rey Stelvio por la vertiente de Prato. Haber subido el Stelvio por Bormio no debería contar en el curriculum de los cicloescaladores. Y eso es lo que nos ocurría a nosotros, que en 2005 estábamos alojados en Bormio y subimos por esa vertiente. Por eso este año había que sacarse la espina. Pero el cielo quiso que la misma lluvia que nos acompañó en 2005 nos volviera a acompañar 6 años más tarde. Excepto los primeros kilómetros, el agua no dejó de caer aunque por lo menos no había niebla que nos impidiera gozar de las vistas sobre su majestad el Ortles, la montaña que domina el valle con sus glaciares perennes. Y ya llegando arriba, tampoco nos impidió las vistas impresionantes si no de las 48 curvas (todas perfectamente numeradas, en orden inverso), sí de la mayoría de ellas.
Arriba, pillamos el mercadillo del Stelvio en pleno apogeo, ¡podréis encontrar casi de todo!

El epílogo de estas vacaciones fue la ya clásica (en nuestro grupo) contrareloj del último día, en la que el premio para el vencedor es no perder el avión.

Habiendo dormido en Bormio y volando sobre las 14,00 horas desde Milán un grupo decidió madrugar y subir el Gavia. Qué aventura más fantástica empezar a subir el Gavia cuando el sol apenas ha salido y coronar apenas a las 8,00 de la mañana apreciando cómo la salida del sol cambia el color de la montaña. Aunque la definición de aventura sería más adecuada para poder evadirse del hotel a las 5,30 de la mañana, habiendo cerrado todo a cal y canto. Menos mal que nuestro McGyver Jordi logró con un clip hacer una bomba nuclear y pudo hacer que el grupo se escabullera por la conducción del aire acondicionado (¡exagero!).

El otro grupo prefirió dormir un poco más y desviarse ligeramente de su camino a Milán para visitar la Madonna del Ghisallo, el Santuario Ciclista por excelencia, el lugar de peregrinaje de los ciclistas italianos, el lugar de paso anual del Giro de Lombardía, el sitio donde hay un museo ciclista. Independientemente de la fe de cada uno (esto va dedicado a Solans!), para un ciclista es una visita obligada.

La contrareloj de los dos grupos terminó con ocho vencedores y todos pudimos coger el avión como estaba previsto.

Aunque parezca mentira, ahora agradezco no haber podido subir el Glaciar de Solden.
No me arrepiento de no haber subido Zoncolan por Ovaro. Ni de haber renunciado a subir el Monte Crostis a pesar de la insistencia de los lugareños. Ni siquiera haber dejado junto al camino colosos como Paso Rolle o Pian di Corones. Deberemos hacer caso a Silvano y subir el Monte Grappa...Y tampoco renuncio a subir un día el Stelvio sin lluvia, eso sí, por Prato. Y sería un gustazo si un día soleado volviera a coronar el Passo Rombo. Todos ellos son excusas para volver.
Por eso, una vez en casa, cuando los amigos que no pudieron venir me dicen, “que envidia, qué lástima que no pude venir”, yo les digo: “No sufráis, volveremos”.